lunes, agosto 21, 2006

Le propuse a mi querido padre que me preparará uno de sus escritos explicando las peripecias que él me ha ido contando desde que era niña.

Fui a su casa y me entregó cuatro páginas escritas, las que transcribo a continuación:

Nunca es tarde para recordar aquellos tiempos de la posguerra española.
Me sacaron de la escuela a los ocho años y me pusieron a servir con un amo en el pueblo de Fañanás. Estuve cinco o seis años. Me daban cuarenta duros al año, un duro eran cinco pesetas.
En la mediodiada con el fuerte calor íbamos a encorrer las perdices; hacían un vuelo y el calor las cansaba, ya no volvían a volar. Yo le llevaba alguna perdiz a mi madre y también le llevaba algún conejo. Llevaba un perro muy cazador que me los cazaba, recuerdo que el perro se llamaba Prin, cuando iba a 'pagentar' las vacas. El perro estaba muy 'aviciau' a venir conmigo y estaba conmigo todo el día, me marcaba cuando encontraba algún nido de perdiz, y yo le 'rancaba' pelo a una vaca, de la cola. Hacía un lazo y lo plantaba, con el pelo de la vaca, en el nido. Cogía la perdiz y los huevos y todo lo llevaba a casa.
En una ocasión me llevé un 'chasco' con un nido de perdiz, le había plantado lazo y como no estaba seguro de que enganchara me eché encima y había debajo una culebra tragándoselos huevos.
tengo un recuerdo muy curioso. 'Indo' con el calor a encorrer las perdices me encontré con una perdiz que llevaba una docena de polluelos, que los llamábamos 'perdiganas', no quise coger la perdiz, cogí dos 'perdiganas' y las críe en una jaula que hice con un cajón y con malla; les daba trigo, les daba saltamontes (que los llamábamos 'grillos') y ensalada; y se hicieron perdices, y recuerdo que una cantaba mucho, la soltaba por la ventana de la cocina y se iba al tejau y volvía a la cocina y se metía en la jaula, y como cantaba mucho resultó que era macho, le llamaba 'perdigacho' y me lo compró un hermano del amo que yo estaba sirviendo y me dió un 'caiz' de trigo (nueve anegas, 1011 kilos de trigo) y le daban mi padre pan en la panadería. Así íbamos trampiando las necesidades.
Desde la casa que estaba sirviendo me vine a Huesca de vaquero. Estuve cinco años hasta que fui soldau. Cuando me licencié al poco tiempo me casé. Tuve que ir al pueblo porque estaba mi padre sólo. Yo venia para Huesca a trabajar con bicicleta todos los días con tres o cuatro del pueblo.
Pensemos con el 'carbonero' comprar un 'tresmallo' para pescar. Ibamos a pescar y como era verano cuando veníamos del trabajo cogíamos barbos muy gordos.
Iba a un pueblo vecino, Belillas de Fañanás, que era de secano y llevaba caracoles y barbos a cambio de aceite.
Como yo el ambiente lo tenia en Huesca porque me vine de quince años me salió una vaquería para ir de vaquero y yo iba desde el trabajo a ordeñar seis vacas todos los días por cincuenta duros al mes, me buscaron una habitación con derecho a cocina. Me levantaba a las cuatro de la mañana y hacía las dos vaquerías, luchando me supe comprar una vaca o sea que fue el cuento de la lechera. Dejé las vaquerías y nada más iba a ordeñar porque me buscaban, me consideraban como buen ordeñador. Me junté con un amigo y pedimos prestamos a tres meses y así íbamos trampiando.
Como teníamos poco trabajo nos compramos una urona y la hacíamos criar con un uron que tenía otro amigo. Y en ratos libres íbamos a cazar de furtivos. Había guardias de la pana que cuidaban la caza, alguna vez nos enganchaban, pagabas la multa y nos mataban el uron, pero como criábamos volvíamos otra vez.
En una ocasión nos cogieron con el uron y nueve preseras que poníamos en las bocas de los cados y cinco conejos, nos encorrieron pero no nos engancharon, nos echaban tiros al aire y nosotros aún corríamos más.
Ya la última vez que nos engancharon uno de los guardias que llevaba el arma que nos encontramos, en una barranquera dejó el arma, le quité el arma y me escapé barranco abajo y le dije que si hacía el atestau no le entregaba el mosquetón, y no lo hizo porque sabía que si lo hacía lo sacaban del puesto por abandonar el arma.
Ya lo dejamos porque se iba amontonando el trabajo.
Ya ves por cuantas peripecias tuve que pasar desde los ocho años.
De la posguerra española yo si que puedo decir:
-cuando yo era niño las cigüeñas ya vinieron a nidar a Fañanás, tengo ochenta y dos años y aún vienen a criar.
Esta fue la historia de mis necesidades.
Este recuerdo lo escribe Teodoro Sancho el día 1 de Agosto de 2006.

8 comentarios:

Homeronica dijo...

Es la historia de un niño que se hizo hombre con trabajo de hombre. Siempre he dicho que es admirable cuando alguien como tu padre cuenta esas historia verdaderas no para vanagloriarse de ellas si no para de alguna forma nunca mas sucedan. Me ha gustado mucho leerlo. Un abrazo amiga. H.

Una senderista. dijo...

Hola Anna aqui estoy paseando por tus blogs, tienes muchos, me pierdo un poco, pero en fin, he elegido el de narrativa y lo he enlazado a tradición, me gustaria que me explicaras como poner verificación de palabra, creo que en mi blog los comentarios pueden dejarse sin más, saludos

Selene dijo...

Bonito relato que me recuerda las que me ha contado mi abuelo. Que vida tan dura han tenido en aquellas épocas. Y cómo me recuerda a esa tierra que tanto me gusta.

Un beso.

Homeronica dijo...

Dile a tu padre de parte mía que se anime a contar sus historias. Un beso amiga. Disfruta su compañía. H.

Yuria dijo...

Magnífico relato el de tu padre. El mío era también un niño cuando la guerra y me ha contado cosas de entonces.

Gracias por tu "seguimiento". Voy a ver tus otros blogs.
Gracias.

mardelibertad dijo...

buen relato, es bueno recordad lo que fue y hoy no es
Besos

Para el Adulto Mayor dijo...

Hola Anita,me gustó mucho,pienso que esto de contar sus memorias lo pueden distraer de sus penas ahora que no está tu mamita,evadir esta triste realidad. te mando todo mi afecto

Para el Adulto Mayor dijo...

ANITA LO PRINCIPAL QUE TE QUERIA DECIR,QUE HERMOZA FOTO DE TUS PADRES.cARIÑOS